Por:
Carlos Ramos Gutiérrez
Yo creo, sinceramente, que la mejor crítica es la que
resulta
entretenida y poética; no esa otra fría y algebraica que,
bajo pretexto de explicarlo todo, no tiene ni odio ni
amor
y se despoja voluntariamente de toda especie de
temperamento;
pero como un hermoso cuadro es la naturaleza reflejada
por un artista,
la mejor crítica será ese mismo cuadro,
reflejado por un espíritu inteligente y sensible.
De modo que la mejor crítica podría ser un soneto o una
elegía.
Charles Baudelaire
Son
las nueve de la noche y estoy solo en mi cuarto, lidiando con el aburrimiento
de estos días ociosos, y recibo una llamada del artista cubano Yunier Gómez
Torres.
–
Carli – me dice – ¡qué malo está esto!
Y se
echa a reír. Yo me río también.
–
Te voy a mandar las fotos de mis últimos
cuadros – me dice – a ver si me escribes algo. Hay que hacer un poco de ruido.
Pero
en estos días ociosos estoy perdiendo la fe en la literatura, las ganas de
escribir. O de hacer ruido.
Entonces
miro los cuadros y hay entre ellos uno con el que me identifico de un modo
especial. “Otra estúpida bomba en mi rosal” es el título. Es un paisaje,
desequilibrado en todas las posibles acepciones de este término. Es una obra
que, desde su sencillez visual, está cargada de múltiples lecturas. Con una
increíble economía de recursos el artista descarga sobre el lienzo todo su
dolor, sus frustraciones. Descarga toda su ansiedad y pesimismo. Entonces allí
está el cuadro, como una bofetada a los ojos del espectador. O quizás como un
espejo en el que un espectador como yo pueda verse fácilmente reflejado.
No
sabemos a ciencia cierta si es la hora del alba o del ocaso. El cielo es de un
rosado ardiente, hiriente. Una ínfima porción de tierra, el límite del abismo
sembrado de rosas, y una cebra. (La cebra es un signo/símbolo que desde hace
algunos años viene haciéndose común en la obra de este autor, frecuentemente
fuera de contexto). Por último, sobre ese cielo rosado, un helicóptero blanco,
como trazado con tiza por un niño de seis años. Un helicóptero que rompe la
quietud del paisaje, ¿su coherencia? Incorporando el conflicto, la tensión. Ya
no es solo que la cebra se encuentre al borde del abismo, fascinada por unas
rosas que más bien parecen manchas de sangre sobre el lienzo, es también que
sobre ella vuela la muerte, si regresamos al título de la obra. Entonces el
autor logra lo que en dramaturgia se denomina clímax, que no es más que llevar
una situación o un personaje al límite de sus posibilidades. Y si seguimos el
hilo lógico de la dramaturgia, esta obra devendría una tragedia. De allí su
carga eminentemente pesimista. Pero seguramente un niño de seis años haría una
lectura diametralmente opuesta a esta mía particular; y acaso otro espectador,
en otras circunstancias diferentes a las mías, pudiera hallarle a la cebra
algún final feliz. Es por eso que no deseo imponer esta, mi lectura, como
verdad absoluta o única posibilidad. Menos ahora que mi visión está impregnada por
el amargo sabor de estos días ociosos. Y como apuntaría Schopenhauer, otro
connotado pesimista, “todo hombre toma
los límites de su campo de
visión por los límites del
mundo”.
De
cualquier modo, a estas alturas de su carrera no me caben dudas de que Yunier
Gómez es también un poeta. Uno que ha encontrado en la imagen visual su forma
de expresión, el modo de exorcizar sus demonios, o de emitir – como preferiría
Walt Whitman – sus alaridos por los
techos de este mundo. Y es que la pintura de Yunier, por su intensa carga
emotiva y su hiriente expresionismo puede remitirnos, por momentos, a la poesía
de Charles Bukowski; y a la de Arthur Rimbaud por otros. Algunos de sus cuadros
pudieran funcionar como perfecta portada a para un libro de Bukowski.
Se
ha dicho que la obra de Gómez Torres es
influenciada por la corriente pictórica Bad Painting cuyos máximos exponentes
han sido Jean-Michel Basquiat y Julian Schnabel, de la tendencia llamada
Neo-expresionista.[1] Y creo que sería justo
añadir, salvando las distancias, la influencia de la estética primitivista
desarrollada por el artista cubano Julian Espinosa Rebollido, Wayacón. De estas
y otras fuentes se ha nutrido Yunier, al tiempo que ha logrado hacerse de una
voz propia. Una voz auténtica y original, que ha de tenerse en cuenta a la hora
de configurar el complejo y diverso panorama del arte cubano más contemporáneo.
Son
las dos de la madrugada y estoy solo en mi cuarto, lidiando con el aburrimiento
de estos días ociosos en que también he sido esa cebra perdida de su manada, al
borde del precipicio y bajo un cielo hostil, poblado de pájaros ruidosos que
escupen fuego. En la ciudad donde vivo, tal vez en mi mismo barrio, y hasta en
los más remotos confines del universo han de haber, a esta misma hora, muchos
otros como yo. El paisaje se repite, se multiplica. Es un paisaje universal. Es
un paisaje del alma. Pienso en Yunier, que también ha sido esa cebra. Sé que en
su andar ha conocido la soledad. La soledad del individuo ante un universo que
le resulta incognoscible y frío. Ante la invitación tentadora del abismo.
–
Carli ¡qué malo está esto!
Me
parece volverlo a oír. Y escucho otra vez su risa. Y entiendo que en alguna
parte Yunier también sigue siendo ese niño de seis años que haría una lectura
diametralmente opuesta a esta mía particular. Y que acaso para él, para su
cebra y para mí pudiera existir ¿quién sabe? algún final feliz.
[1] TWO WAYS, Dos
Artistas Cubanos, el Veterano y el Emergente en Irazoqui Gallery, Wynwood. eclecticmiami Available: http://quepasamiami.tumblr.com/post/116032784613/two-ways-dos-artistas-cubanos-el-veterano-y-el