martes, 2 de mayo de 2017

Crónicas Inconclusas I


                                                          Foto tomada de Internet 

Éramos niños felices. Los colores eran antes más intensos. Un viajecito a cualquier campo era una gran aventura. Y la playa era un milagro.
La primera vez que mi abuela me llevó a montar en guagua, fue en la guagua local, que recorría nuestra pequeña ciudad de Este a Oeste. ¡Todo parecía tan grande!
Un día llegamos a conocer de memoria todos los recovecos de nuestros campos. Nos percatamos de que nuestra playa no era en realidad perfecta, minada siempre de algas. Y conocimos otras ciudades y entendimos que la nuestra, en efecto, era bastante pequeña. La guagua local dejó de funcionar, por vieja o porque fue necesaria para cubrir otras rutas. Y como ella, dejaron de funcionar muchas otras cosas.
Y cada uno fue tomando el primer camino posible para escapar de la miseria, de la falta de oportunidades. Unos lanzándose al mar. Otros por medio de matrimonios – casi siempre sin amor – que significaban una visa hacia el porvenir, hacia la libertad. Otros cruzando ríos, selvas, atravesando desiertos… Atravesando soledades. Cientos de ellos no consiguieron llegar a ninguna parte, devorados por el mar, por el río, por la selva… Y nos fuimos convirtiendo en una generación diseminada por todos los rincones del planeta. Por eso, sin importar cuánto éxito nos haya deparado ese futuro que salimos a buscar, todos nos sentimos en cierto modo incompletos. Nos faltan esas personas junto a las cuales crecimos, esos amigos de la infancia, con los cuales compartíamos un pedazo de pan con azúcar o un baño bajo aguacero por las calles enfangadas de nuestra pobre ciudad. Los compañeros de estudio. Los vecinos que nos vieron crecer. Los árboles del parque, y hasta ese charco de la esquina que tantas veces quisimos borrar de nuestro paisaje. 
Y en cuanto a los que se quedaron, esos para los que no se abrió ningún posible camino, no han corrido mejor suerte. También les falta algo: nosotros, sus amigos, sus compañeros de aula. Los que no nos resignamos a un futuro incierto y tenue y salimos persiguiendo aquella estrella, que se ha tornado lejana. Mucho más de lo que ellos pudieran imaginar.


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